“LA TIERRA ABUENA A LA GENTE”

PROGRAMA DE AGRICULTURA URBANA DE ROSARIO ARGENTINA.

Por Arrate Corres Velasco.

El Programa de Agricultura Urbano de Rosario en Argentina ha conseguido cambiar parte del paisaje de la cuidad integrando en sus barrios un interesante proyecto de economía social. Solares en desuso ahora son huertos comunitarios que se manejan de manera agroecológica. Mariana Ponce y Raúl Terrile forman parte del equipo técnico que coordina la iniciativa y nos han contado en que consiste el programa:

P: ¿Nos podríais situar en Rosario?

R: Rosario es una ciudad con 1.254.000 habitantes situada en pleno corazón de la Pampa húmeda, en la provincia de Santa Fe, Argentina. El río Paraná baña sus orillas y la actividad agroexportadora, cuyo producto estrella es la soja, que junto a la actividad industrial definen su modelo de desarrollo. Un modelo que no brinda las mismas oportunidades para todas las personas.

P: ¿Cual es el contexto socio-económico de la ciudad?

R: Rosario ha sufrido varias crisis estructurales en los últimos  40 años lo que ha provocado la existencia de  muchas personas desocupadas y en riesgo de exclusión. Por otro lado, Rosario cuenta con unos  buenos servicios públicos, sobre todo de salud y educativos, factor que la convierte en una opción atractiva para muchos migrantes de otras regiones más deprimidas. Las personas que llegan a la ciudad huyen de las crisis que afectan a sus lugares de origen. Muchas de ellas son campesinos y campesinas que han sido desplazadas de sus tierras por el avance del modelo agroexportador, fundamentalmente, el de la soja que engorda la ganadería europea. De esta manera, la ciudad cuenta con un amplio cinturón de pobreza, se estima que aproximadamente el 10 % de la población vive en asentamientos informales o villas de emergencia.

P: ¿De donde surge la idea de proponer la agricultura urbana (agroecológica) como una opción para la economía social?

R: Los inicios del Programa de Agricultura Urbana se remontan a finales de los años 80, momento en el que la actividad industrial de Rosario sufre una gran recesión dejando a muchas personas sin empleo. Fue entonces cuando varias ONGs locales, entre ellas CEPAR (Centro de Estudio de Producciones Agroecológicas), comenzaron a trabajar la agricultura urbana en los asentamientos. Los objetivos iniciales (hoy en día se mantienen) fueron disminuir la pobreza;  favorecer la integración social; mejorar el bienestar de las personas;  promover el acceso a alimentos sanos y mejorar el hábitat urbano. Más tarde, ya en los noventa, la Municipalidad adopta la iniciativa, creándose el Departamento de Huertas, que, coincidiendo con el surgimiento del Pro Huerta (Programa Nacional de Seguridad Alimentaria), favoreció la consolidación de esas actividades. Finalmente, tras una pausa de 5 años, la Municipalidad reasume la iniciativa, y en enero del 2002 comienza la andadura del Programa de Agricultura Urbana de Rosario tal como lo conocemos ahora.

P: El inicio del programa coincide con la grave crisis que estalla en el 2001, ¿Cómo afectó esto al programa?

R: Los inicios de programa no fueron sencillos, debido a la crisis el desempleo aumentó notablemente, los alimentos básicos cuadruplicaron su precio y los índices de pobreza treparon al 60%. Muchas familias quedaron en una situación muy vulnerable por lo que la previsión inicial de 30 huertas se superó con creces. En ese periodo llegaron a funcionar 900 huertas y hubo que hacer formaciones “masivas” para las personas que accedieron al programa. Otra dificultad fue convencer a los huerteros y huerteras que accedían al programa, que la agricultura urbana de base agroecológica podía ser una opción laboral que podían asumir. Además también hubo que convencer a los y las funcionarios  que valía la pena apostar por un programa de economía social de esas características.

P: ¿Valió la pena?

R: Sí claro, actualmente más de 150 familias se benefician del programa,  funcionan en Rosario aproximadamente 80 huertas y hay 4 parques-huerta que han integrado la actividad productiva a la función paisajística y de esparcimiento. La venta se organiza en canales cortos, hay 6 ferias semanales, un mercado agroecológico, ventas directas en los huertos y distribución de “bolsones” o cestas semanales. Además se ha creado una asociación de consumidores y consumidoras que trabajan los temas de alimentación sana y consumo responsable. También hay dos pequeñas agroindustrias, una de procesado de hortalizas y otra de cosmética natural. Aún así, quedan muchos retos y trabajo para el futuro, uno de ellos es reducir poco a poco la presencia de la Municipalidad en el programa. El objetivo final es que los y las huerteras lleguen a niveles de autogestión y autoorganización suficientes como para funcionar con un apoyo básico. Más que un programa asistencialista pretende ser un programa de desarrollo.

P: No es habitual imaginar una red de huertas distribuidas por la ciudad ¿Cómo ha sido el acceso a la tierra?

R: En realidad ha sido relativamente sencillo, la Municipalidad  en colaboración con la  Facultad de Arquitectura de la Universidad de Rosario y como parte de un proyecto implementado en América Latina y coordinado por el Programa de Gestión Urbana de las Naciones Unidas realizó una tipificación y clasificación de los suelos disponibles en la ciudad. Por otro lado, son las propias personas que desean acceder al programa las que identifican las tierras, la solicitud se recibe en la Municipalidad y se inicia el trámite para la cesión. De esta manera se ha regulado el acceso y la tenencia del suelo y muchos espacios degradados o abandonados se han recuperado y valorizado gracias al trabajo de huerteros y huerteras.

P: Hemos hablado ya de los y las huerteras, ¿Nos podéis explicar mejor el perfil de las personas  que acceden al programa?

R: Durante los 9 años que lleva el programa en funcionamiento, han accedido personas con perfiles diversos. Personas sin empleo procedentes de otros sectores que contactaron por primera vez con la tierra; migrantes internas que pese a ser personas campesinas o trabajadoras del campo no están familiarizadas con el manejo agroecológico de los huertos; personas sin formación; personas que por diversas razones están excluidas de los sistemas formales de empleo…etc. Todas tienen vivencias diferentes, pero hay un denominador común: aunque el modelo las haya excluido, quieren dejar de ser vulnerables. El programa simplemente les ha brindado una opción para recuperar la confianza en si mismas. En cuanto a conocimientos de manejo agroecológico, unas empiezan de cero y muchas otras tienen que “desaprender” el manejo convencional para rescatar los saberes campesinos que aun permanecen en sus memorias.

P: Para terminar, ¿Que destacaríais del programa?

R: “La tierra abuena a la gente”,  son las palabras con las que un huertero de Rosario resume el programa de agricultura urbana. Más allá del incremento de los ingresos que proporciona la huerta como espacio laboral, el programa ha reportado otro tipo de beneficios difícilmente cuantificables, pero con mucho valor. La mayoría de las personas que llegan al programa carecen de ilusión y de confianza en sí mismas. La huerta les proporciona una tarea, un espacio para aprender, para comunicarse, para compartir experiencias. En este sentido, el programa ha tenido un impacto muy positivo, para muchas mujeres ha supuesto independencia económica, salir de casa y del barrio, ampliar relaciones sociales etc. La huerta y las ferias  han posibilitado su acceso a espacios y a funciones a las que antes no llegaban. De igual manera se han beneficiado los hombres, muchos de ellos se han visto por primera vez vendiendo, produciendo, relacionándose, ocupados, intercambiado experiencias, yendo al centro…. Todos estos factores han tenido un gran impacto en su autoestima. Por primera vez  se han relacionado desde un lugar del “hacer” y no desde la pobreza o la marginalidad. Por otro lado, las huertas son espacios para el intercambio y la integración entre distintos grupos sociales. Niños y niñas de las escuelas comparten y aprenden con las y los huerteros el significado de una alimentación sana; estudiantes universitarios reciben lecciones prácticas que no se aprenden en las aulas; consumidores y  y huerteros  intercambian experiencias y comparten los alimentos que proporcionan los huertos… De esta manera el programa ha favorecido un dialogo de saberes y formas de relación más allá de los “clichés” sociales.

En definitiva, la salud de las personas no solo ha mejorado por la ingestión de hortalizas sanas y el manejo orgánico de las huertas, también su estado emocional ha mejorado gracias a la superación de sus miedos, porque «la tierra abuena la gente».

PARA SABER MÁS:

www.rosario.gov.ar/sitio/desarrollo_social/empleo/agricul.jsp?nivel=DesarrolloSocial&ult=D_8